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Arte y vino: ¿qué similitudes tienen como valor de inversión y coleccionismo? Arte y vino: ¿qué similitudes tienen como valor de inversión y coleccionismo?

El arte y los grandes vinos son dos de las categorías más elevadas de la existencia humana: embellecen la vida, pero a su vez son también activos de valor con fines de inversión o creación patrimonial. ¿Qué tienen en común? ¿Existen diferencias sustanciales entre ambos al margen del producto en sí mismo? 

Por Cèlia Rodríguez, 24 jul 2023 5 minutos de lectura

El vino y el arte tienen muchos elementos en común. Mueso del Louvre
Museo del Louvre. Créditos: Amy Leigh - Unsplash

¿Qué tienen en común una botella de Petrus con cuadro de Henri Matisse? A primer golpe de vista, muchos dirían que son pocos los elementos que comparten al margen de ser objetos aspiracionales y que elevan nuestra existencia a través del deleite experiencial y de la reflexión. 

Sin embargo, tanto los grandes vinos como las grandes obras de arte son raras y costosas; ambos son objetos de deseo que, además, se erigen como destacados activos de inversión dentro de lo que la consultora estadounidense Knight Frank categoriza como “bienes de inversión pasional”. 

De hecho, ambas categorías constan de mercados secundarios en los que, quien desee vender sus botellas o cuadros, puede hacerlo para recuperar su inversión —ya sea total o parcialmente— y obtener liquidez, asumiendo eso sí la ganancia o la perdida derivada de la diferencia entre el precio al que se adquirió el bien y el precio de su venta. 

¿Qué es el arte? ¿Qué es el vino?

No hay un consenso en la definición de arte. Para el Diccionario de la lengua española de la RAE, arte es “la manifestación de la actividad humana mediante la cual se interpreta lo real o se plasma lo imaginado con recursos plásticos, lingüísticos o sonoros”.  Aristóteles definió que “el objetivo del arte no es representar la apariencia externa de las cosas, sino su significado interior”. El arte es una obra única que plasma belleza y una determinada visión del mundo. 

El vino y, en concreto, los grandes vinos son más bien una obra de artesanía que transforma una valiosa materia prima nacida de la tierra en botellas que podrán beberse o guardarse. Así como una obra de arte está destinada a la contemplación, un vino está destinado a ser bebido. Y en el sentido de activo financiero, mientras que el arte es una obra única, que nunca podrá consumirse en el sentido más físico del término y, por lo tanto, destinada a perdurar; los grandes vinos tienen una oferta limitada que irá desapareciendo a medida que se vayan abriendo botellas. Ello hará que las botellas ganen valor a medida que sus pares se van extinguiendo, teniendo en cuenta que el valor aumentará en términos pecuniarios pero también en cuanto al vino en sí mismo, porque los grandes vinos destinados a la guarda se bonifican con el tiempo.  

El inicio del coleccionismo del arte y del coleccionismo de vinos

Tal y como sostiene el think tank Global Areni en su White Paper sobre arte y vino, el coleccionismo de arte tiene una larga historia, mientras que la colección de vinos es mucho más moderna. Se dice que el primer mercado secundario de arte se desarrolló alrededor del siglo XVI, con el surgimiento de comerciantes de arte profesionales. Luego vinieron las grandes casas de subastas de Sotheby's y Christies, que comenzaron en el siglo XVIII en Inglaterra: un período durante el cual, y coincidiendo con la Revolución Industrial, se amasaron grandes fortunas. No solo había más dinero para gastar, sino que en este período se produjeron enormes innovaciones en finanzas, particularmente en cómo se valoraban las cosas (por ejemplo, en este periodos, se estableció la gran casa de seguros Lloyd's).

Por esa época aparecieron también los comerciantes de arte: estos exhibían las obras de jóvenes artistas y se erigieron en los mecenas de esta nueva etapa, con un próspero público al que dirigirse. La combinación de la creciente prosperidad, la expansión colonial y los descubrimientos científicos llevó a personas de todos los ámbitos de la vida a coleccionar objetos, desde arte hasta porcelana china, fósiles y estampillas. 

Inevitablemente, las personas comenzaron a buscar objetos más grandes y mejores o a llenar vacíos en sus colecciones existentes, lo que llevó al crecimiento de los mercados secundarios y las subastas, con Sotheby's y Christies como las casas más importantes cuya influencia llega hasta nuestros días. 

El boom del mercado del arte

En su libro Big Bucks: The Explosion of the Art Market in the Twenty-First Century, la periodista especializada en arte, Georgina Adam, describe cómo el arte contemporáneo solía ser un comercio de nicho en los Estados Unidos y Europa Occidental que se ha convertido —en la actualidad— en una industria global ligada al lujo, la moda y las celebridades, y que atrae a compradores ultrarricos que pujan fuertemente por obras de artistas reconocidos. 

No siempre ha sido así, porque hace algunas décadas los millonarios coleccionaban barcos y aviones, pero no arte. Sin embargo, hoy el interés por el arte es algo que forma parte del modo de ser y de estar de las elites económicas. Ello se debe, según Adam, a varios cambios significativos a fines del siglo XX, que prepararon el escenario para el actual mercado de arte contemporáneo inflado:

El primero fue la expansión de la base de posibles compradores propiciada por la caída del comunismo en Europa del Este y la liberalización económica en países como China e India, lo que creó una nueva ola de multimillonarios deseosos de mostrar su riqueza.

El segundo cambio importante vino de las propias casas de subastas en los últimos compases del siglo XX, que ampliaron su flujo de inventario y magnificaron un estilo de vida lujoso, a la vez que innovaron en las líneas de crédito para facilitar la adquisición de obras entre los Ultra High Net Worth.

El Mercado secundario de los Grandes Vinos

La historia del coleccionismo en Grandes Vinos no ha discurrido en paralelo a la del arte, pero tiene similitudes. 

Las primeras subastas de vinos no estaban dirigidas a coleccionistas. La primera de las cuales se tiene registro de acuerdo con Areni Global tuvo lugar en 1806, en Alemania, y estuvo destinada a comerciantes. Otra de las grandes subastas, que sigue vigente hoy en día —la subasta de Hospices de Beaune—, se instituyó para recaudar dinero para obras de caridad, no como un vehículo para coleccionistas. 

El auge del mercado secundario de los grandes vinos

Aunque los coleccionistas de vino en el sentido más acumulativo del término han existido desde hace años, es un sector que ha tardado mucho más que el arte y las antigüedades en desarrollar un mercado secundario. Tratar al vino como un activo es un fenómeno reciente. Como menciona el artículo de Areni Global, según el escritor de vinos estadounidense Jeff Siegel, comprar e invertir en vinos con el propósito de venderlo más tarde tuvo lugar en Estados Unidos en la década de los 70, aunque era un juego para iniciados en el que los inversores necesitaban saber dónde encontrar los vinos y cómo venderlos.

Pero en la década de 1980 empezó un cambio: Robert Parker inició su ascendiente carrera como crítico mundial, influyendo a menudo en los precios de los vinos con sus puntuaciones, incluso en el estilo; en paralelo, eclosionaba el sistema de venta en primeurs de los grandes vinos de Burdeos: comprar a la avanzada a un precio más económico para posteriormente revender o coleccionar. Así, para la década de 1990, comenzaron a aparecer servicios de inversión en vinos ligado también con la aparición de internet y el asentamiento de páginas como wine-searcher.com en 1998, lo que permitió a los amantes y coleccionistas de vinos de todo el mundo ver cuánto costaban los vinos en diferentes mercados.

Posteriormente aparecieron proyectos como Liv-ex, con sede en Londres, destinado a mejorar la transparencia del mercado de los fine wines. Y se dio la circunstancia que, en 2008, con la supresión de los aranceles sobre el vino en Hong Kong, el sudeste asiático empezó a interesarse por los grandes vinos: subieron los precios y el interés por la inversión. 

A raíz de ahí, el tándem de la tecnología —con más plataformas operando y más facilidad de acceso a la información vía smartphones— y un mayor poder adquisitivo entre las clases altas (según The Guardian, la pandemia provocó un a cifra récord de utra ricos en 2021), ha llevado a alcanzar máximos históricos impulsados, de acuerdo a Liv-ex y su estudio El mercado de vinos de calidad en 2022: una historia de cautela, por un “entorno de bajos tipos de interés y un creciente interés en activos alternativos tangibles” que ha dado como resultado una demanda sólida de Grande Vinos tanto de aficionados como de nuevos participantes. 

Lo que lleva a otro punto de reflexión y de potencial valor en los Grandes Vinos: a la par que un potencial catalizador de revalorización (no exento del riesgo intrínseco a cualquier tipo de inversión), el vino puede y ha de ser bebido y disfrutado: abrir una botella, cerrar los ojos, y dejarse transportar por las sensaciones que nos transmite. 

En España, el interés en guardar y coleccionar Grandes Vinos es una tendencia al alza

En la Radiografía del consumidor de grandes vinos y destilados, estudio publicado por Insolity en marzo de 2023, destacan varios resultados que muestran el creciente interés entorno a los Grandes Vinos, vinos de alta gama y coleccionismo de Grandes Vinos. 

La región, el precio y el potencial de revalorización son los tres factores que más tienen en cuenta los españoles a la hora de comprar vino, y más del 60% está dispuesto a pagar por un vino de mayor calidad. Asimismo, el 70% de los españoles está interesado en ampliar sus conocimientos y experiencias en el mundo de los Grandes Vinos. En concreto, la opción de invertir dinero en Grandes Vinos está en auge, con un 42% de la población encuestada dispuesta a dedicar más de 300€ al consumo de Grandes Vinos a lo largo del año. 

En esa línea, el estudio indica que la mitad de los españoles que invierten en vino lo hace para revender más tarde las botellas que compra, mientras que la otra mitad simplemente deja envejecer los vinos para disfrutar de un mejor resultado con el paso del tiempo.

La guarda es también un concepto en auge que cada vez va teniendo más éxito en nuestro país. Un vino se considera de guarda cuando reúne los requisitos adecuados para madurar lentamente en una botella. Es evidente que hay vinos que mejoran con el paso del tiempo, y es por eso por lo que 1 de cada 2 españoles decide guardar entre 2 y 5 años las botellas que adquieren antes de consumirlas. 

   

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Cèlia Rodríguez
Cèlia Rodríguez

Responsable de Comunicación en Insolity. Trabajando en el cada día sorprendente sector del vino y los destilados desde 2008. 

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Mario